Existe una gran confusión sobre la hierba de gato, pues es el nombre común que reciben dos plantas con efectos muy diferentes en nuestros compañeros felinos. Lo que está claro es que ambas son toda una revolución para los mininos.
Por un lado, tenemos la hierba de gato como tal, que son semillas de Dactylis glomerata, cebada, avena o incluso trigo. Las solemos encontrar en los comercios en forma de macetas o en pequeñas bandejas con sustrato que al regarse germinan en cuestión de unos días. Esta planta sirve como purgante natural y ayuda al gato a eliminar las pequeñas bolas de pelo que puedan formarse en su intestino.
Por otro lado, tenemos la también denominada hierba gatera, menta gatuna, albahaca de gatos, nébeda o catnip (este último término es el que nos gusta emplear para evitar confusiones y su nombre científico es Nepeta cataria). El olor a menta que desprende la planta es lo que atrae a los gatos, y son sus aceites aromáticos que contienen nepetalactona los que tienen el efecto estimulante que les hace olfatear, mordisquear, restregarse y rodar sobre sí mismos. Sin embargo, no a todos los gatos les afecta por igual, pasando prácticamente desapercibida por algunos (hasta un tercio de los gatos) y volviendo muy juguetones a otros. Estas diferentes respuestas dependen de factores ambientales y de la genética de cada animal.
De igual modo, tanto la hierba de gato como el catnip suponen un buen enriquecimiento ambiental, pues estimulan conductas naturales de los gatos. El uso de la primera puede evitar intoxicaciones con plantas de decoración del hogar que sean venenosas para ellos. Y el empleo del catnip abre un gran abanico de posibilidades de juego con nuestros mininos, ya que podemos introducir sus hojas secas en pelotas o peluches, espolvorearlas sobre superficies de juego como mantas, alfombras, rascadores… o incluso dejar volar nuestra imaginación y hacerles juguetes hechos a mano.