Lo primero que debemos tener en cuenta a la hora de transportar a nuestro gato es que el hecho en sí de salir de su territorio supone un gran estrés para él, por lo que debemos hacerlo de la manera más tranquila posible.

Es muy importante que el transportín forme parte del ambiente. Podemos colocarlo en algún rincón de la casa con la puerta abierta o directamente sin esta para que se pueda meter en él siempre que quiera. De esta manera, le servirá como escondite cuando lo necesite y se impregnará de su olor, por lo que cuando tengamos que introducirlo en él le resultará familiar. Un truco para que le resulte más atractivo es darle chuches o comida húmeda dentro, así lo relacionará con algo positivo.

Por otro lado, antes de realizar cualquier viaje, ya sea lejos o simplemente al veterinario, debemos planificarlo con tiempo y tener todo lo que necesitemos preparado. ¿Y qué es lo que necesitamos? Pues algo mullido para colocarlo en el interior del transportín y que vaya más cómodo, una manta o toalla para cubrirlo y que se encuentre más relajado y, si queremos hacerlo perfecto, podemos pulverizar feromonas (Feliway®) media hora antes sobre las esquinas interiores.

A la hora de meterlo en el transportín también debemos llevar cuidado y no hacerlo de manera brusca. Podemos poner alguna chuche o juguete dentro y, si no se mete solo, se puede colocar el transportín sobre una superficie con la entrada justo en el borde para que no tenga ningún punto de apoyo externo y tenga que entrar en él obligatoriamente, pero sin la sensación de que le estamos forzando a ello.

Finalmente, si vamos a trasladarlo andando debemos intentar que el transportín tenga la máxima estabilidad posible y se deben evitar carritos, ya que generan mucho ruido y pueden suponer un estrés mayor. Del mismo modo, si el viaje se va a realizar en coche, debe situarse el transportín en un lugar seguro, ya sea encajado en el suelo o en el asiento trasero sujeto por el cinturón de seguridad.