Los gatos son animales súper curiosos a nivel reproductivo y su desarrollo sexual depende de factores como el lugar donde vivan, la luz del sol o la presencia de otros gatos.

Los felinos tienen un comportamiento sexual muy marcado y característico. La gata doméstica tiene un ciclo reproductivo denominado poliéstrico estacional creciente, es decir, le influyen las horas de luz del día. El término poliéstrica quiere decir que en estación reproductiva, tendrán celos de forma continua salvo que sean interrumpidos por una enfermedad, una gestación o una pseudogestación. Como hemos dicho, las gatas domésticas son especies fotodependientes, es decir, comienzan a tener celos conforme aumentan las horas de luz diarias, por lo que ciclan sobre todo en estaciones con días largos. En nuestro hemisferio, las gatas ciclan sobre todo en primavera y verano. Sin embargo, con un régimen de luz artificial de unas 14 horas diarias pueden ciclar todo el año. Si las horas de luz son inferiores a 8 horas diarias las gatas dejan de tener celos y entran en pausa reproductiva o fase conocida como anoestro.

El ciclo sexual de la gata se divide en varias fases. La primera se llama proestro, dura unos 2 días y se produce un aumento de los estrógenos, lo que conlleva al típico comportamiento de atracción al gato macho (aunque aún no deja que le monte), vocalizaciones, fricción con objetos o con los miembros de su familia, pisoteo con los miembros posteriores y “rolling” (dar vueltas sobre sí misma en el suelo). Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en la perra, no se suelen ver sangrados por la vulva.

La segunda fase se llama estro, y se caracteriza por el aumento de las vocalizaciones, ladeo de la cola y posiciones arqueadas del lomo. Es en esta fase donde acepta la monta, que a su vez produce la ovulación y tras la cual se puede quedar preñada. Una característica de las gatas es que son de ovulación inducida, lo que quiere decir que necesitan tener un estímulo para poder ovular. Este puede ser el propio comportamiento de la monta (mordiscos en el cuello, vocalizaciones…) o, hasta en un 30% de las gatas, por estímulos visuales y olfativos de machos cercanos o en gatas que viven juntas en colonias.

Si una gata entra en celo y no se produce la monta y, por lo tanto, no ovula, el ciclo será muy corto y volverá a ciclar de forma muy seguida (son las llamadas “gatas de celo insoportable”). Sin embargo, si la gata ovula de manera espontánea y no está con un macho que la pueda montar y, por tanto, no se queda preñada, entra en una fase que se llama diestro (estas gatas son “más soportables” ya que su ciclo es más largo y ciclan con menor frecuencia).

La única forma de evitar el celo de nuestras queridas gatas es castrarlas pero, en aquellas que aún no lo estén, muchos veterinarios recomiendan de manera excepcional simular las condiciones de una monta. Para ello se puede realizar un pellizco de la piel del lomo simulando el que hacen los gatos durante la monta, así como introducir un bastoncillo por la vagina para simular la propia monta. De esta forma, se intenta que ovulen y entren en un ciclo más largo y más llevadero.

Las gatas alcanzan la pubertad sobre los 6-8 meses, cuando llegan al 80% de su peso corporal. Existen factores que pueden adelantar su llegada, como un crecimiento muy rápido, vivir en colonias o en zonas geográficas con más horas de luz diaria. Las razas orientales como el Siamés y el Balinés son más precoces, pudiendo llegar a los 4 meses; y las de pelo largo como el Persa, Bosque de Noruega o Maine Coon son más tardías, llegando incluso al año.

El gato macho no tiene un comportamiento sexual tan complejo. La pubertad la alcanza entre los 8-10 meses, estando también condicionada por el hecho de vivir en compañía de otros gatos. Podemos saber que un gato macho ha alcanzado la pubertad porque aparecen espículas o pequeñas espinas en la superficie del pene, crecen los testículos y pueden comenzar a manifestar signos como marcaje o vocalizaciones.