Nuestros gatos aún no han completado su domesticación como especie, esto quiere decir que no todos ellos son capaces de convivir con personas, tanto dentro de casa como fuera aprovechando el entorno urbano. De esta particularidad se describen 3 grupos de gatos: gatos de compañía, gatos de la calle y gatos ferales. Todos ellos pertenecen a la misma especie, Felis sylvestris catus; su genética es idéntica y los diferenciamos por la decisión que toman con respecto a nosotros, ¿nos quieren cerca, lejos o una cosa intermedia?
Los gatos de compañía son los que disfrutan de la vida casera con humanos, los que mejor se adaptarán serán los que tengan un temperamento afín a la convivencia con personas. Esto viene influenciado tanto por la herencia de sus padres como por las experiencias que vivan, especialmente durante los primeros 2 meses de vida. Por ejemplo, un gatito que nace y es criado en la casa donde conviven sus padres y que ha tenido interacciones positivas con humanos desde el primer día será definitivamente un gato casero.
Los gatos ferales son los que nacen, crecen y viven alejados de la presencia humana. Son capaces de hacer su vida de forma totalmente independiente a nuestra existencia. Algunos han tenido experiencias negativas con la gente, algunos no saben ni lo que es una persona, en cualquier caso, les infundimos miedo y nuestra convivencia es prácticamente imposible. Suelen vivir en pequeños grupos de madres e hijas, con gatos machos que visitan de vez en cuando. El tamaño del grupo depende directamente de los recursos que puedan obtener para mantenerse. No debemos confundirlo con gatos salvajes, esto es otra especie, Felis sylvestris, aunque por cercanía genética sí sería posible la hibridación entre ellos.
Es imposible que un gato feral pueda vivir con calidad en una casa con una familia humana, y a la vez, es muy improbable que un gato de compañía pueda sobrevivir sin ningún tipo de intervención humana como un feral. Sin embargo, para los gatos que conviven con nosotros fuera de casa, en nuestras calles y colonias, los dos escenarios se plantean como una posibilidad real.
Los gatos de la calle proceden de camadas de gatas sin casa, perdidas o abandonadas, que hacen su vida cerca de las zonas urbanas donde suele haber recursos. La genética de estos gatitos, el comportamiento de sus madres y sus experiencias les enseñarán qué hacer en frente de una persona. Algunos decidirán mantener la distancia y observarnos de lejos, obteniendo más comida por su cuenta que a través de nosotros. Otros optarán por confiar en las personas y se acercan voluntariamente para conseguir comida, caricias o simplemente compañía.
Se ha descrito una cuarta categoría de “inadaptados” que surge cuando un gatito que no estaba preparado para ser de compañía o que no tiene un temperamento compatible, entra a vivir en una casa donde no tolera la presencia humana a ese nivel de cercanía. Son gatos que en España se conocen como “de jardín” o “de parcela”. Requieren de nuestra intervención porque solos no son capaces de sobrevivir, pero necesitan poder poner distancia con nosotros cuando la situación les sobrepase, de otro modo son totalmente infelices.
El objetivo de esta clasificación no es ponerle nombre a los gatos, sino identificar sus particularidades y necesidades de modo que podamos tratarlos con el respeto que merecen, tanto si requieren de nosotros apoyo y cercanía, como si prefieren no vernos ni en pintura. Ellos mandan, nosotros escuchamos.