Leptailurus serval (África)

Es un animal de tamaño mediano, entre 67 y 100 centímetros, más 25-45 de la cola y un peso de hasta 18 kilogramos en los machos, que son más grandes que las hembras. Sus patas y orejas son largas en relación con su cuerpo y se consideran las más grandes de la familia de los felinos en relación con su tamaño. El nombre común de este felino proviene del latín servalis y significa “como un ciervo” por sus largas patas y el nombre de su género (Leptailurus) lo hace del griego y significa “gato delgado”.

El serval es un habitante de la sabana y de zonas de matorral del continente africano. Sus patas le permiten moverse con agilidad entre la hierba alta donde se esconde para acechar a sus presas. Al igual que otros felinos, tienen hábitos crepusculares pero si notan la presencia del hombre se vuelven animales nocturnos. Se alimentan de pequeños mamíferos y rara vez de pájaros. Sus competidores directos por la comida y el territorio son las hienas y los guepardos de los que huye para evitar el conflicto.

Son animales solitarios y territoriales. Los territorios de los machos suelen solaparse con el de varias hembras con las que se aparea a lo largo de todo el año ya que no tienen una temporada de cría definida. Suele ocurrir que cuando un macho y una hembra se encuentran pueden viajar, cazar y descansar juntos por períodos cortos coincidiendo con los días previos a la ovulación de la hembra. La gestación dura entre 65 y 75 días y generalmente resulta en 2 o 3 gatitos que permanecen junto a su madre durante un año antes de buscar su propio territorio.

Su estado de conservación no está catalogado como preocupante pero en los últimos años se ha puesto de moda como mascota exótica en EEUU y Europa lo que ha aumentado su comercio y la consiguiente amenaza para la especie, el medio ambiente y las personas.

No hay que olvidar que se trata de animales salvajes que no se pueden domesticar y que en ningún caso se adaptarán a vivir en casas. Además, es difícil proporcionarles una dieta y condiciones de vida adecuadas y enriquecedoras. Al verse amenazados o estresados pueden atacar a sus dueños. También suelen escapar y morir atropellados o acaban siendo una amenaza para los animales autóctonos que acaban por extinguirse por la pérdida de su hábitat o por la transmisión de enfermedades exóticas para las que no están inmunizados.

La compra de animales exóticos ayuda a mantener la industria del tráfico de animales que es el negocio ilícito más dañino del mundo y un atentado contra la biodiversidad y la naturaleza, mientras millones de perros y gatos siguen siendo abandonados o a la espera de un hogar en protectoras y casas de acogida. Las redes de tráfico de animales a menudo participan también en el tráfico de armas y drogas, por lo que con nuestra compra estaremos apoyando indirectamente a estas redes.